Atardecer santiaguino |
Luego de casi 3 años y 10 kilos menos vuelvo a esta ruta, necesitaba un escape y había olvidado lo reconfortante que puede ser la literatura y, específicamente, la escritura en mi.
Al enrumbarme en este proyecto un lejano 2009, ni la más remota idea sobre Santiago de Chile recorría mi mente. Resignado a Lima como ciudad-prisión, mi preocupación iba en cómo cogerle gusto a una profesión que, pese a lo noble y loable de su labor, implicaba condiciones laborales deplorables e indignas...tanto en sueldos, horarios, logística, etc. Sin proponermelo, nuevamente, me encontré como profesor de idiomas en aquella capital.
El ser profesor no es tampoco la profesión más rentable del mundo, creo sería uno de las que permiten menor rédito. Eso lo supe siempre, pero luego de vivir en carne propia el celo profesional enfermizo de aquellas colegas con quienes trabajé, reconozcámoslo, la pedagogía es un matriarcado; opté por viajar a mi ciudad natal a buscar un futuro incierto.
2013, instalado en San Marcos de Arica, XV Región, redescubrí las simplezas de la vida como ir en bici a la playa, caminar horas de horas sin mayor peligro, solearme en la Chinchorro hasta que me arda la cara, ir al campo y comprar pan amasado, etc. De algo estaba seguro, la vida pasada quedó atrás y con ello el opresivo pasado virreynal de la que se jacta la que un día fue y no será jamás. Sin embargo, no sabría si me quedaría por siempre en Arica...igual sentía que luego de casi una vida fuera de ella, mis gustos, crianza y malacostumbres eran de una ciudad grande y no de un pueblo de frontera.
29 de diciembre 2014, luego de renunciar en el colegio donde trabajaba por hostigamiento laboral, tomé el último bus Ruta Norte que salía en dirección a SCL. Ni sabía a que venía, solamente tenía la beca de un curso de perfeccionamiento docente por enero...¿y el resto del año? En fin, ya renunciado y sin trabajo no tenía más que perder. 30 horas luego, ya noche de un 30 de diciembre, ingresaba a Santiago con una maleta y mi infaltable mochila Head. ¿Qué me esperaba? Ni la más remota idea.
Experiencias van y vienen, y no puedo ser más que agradecido a esta ciudad que me supo acoger como a un paria que venía huyendo de Auschwitz, mis colegas nortinos saben a que me refiero. Acá, creo, terminé de hacerme hombre y madurar...acá aprendí lo que es ser independiente, acá aprendí a valorar a la familia, acá aprendí a juntar cada chaucha que ganaba y a pensar que....holy shit, pronto tendré 30 y ¿a donde voy?
En Santiago pude estudiar lo que siempre quise, acá trabajo en lo que me gusta y tengo reconocimiento profesional y satisfacción personal por ello, acá pude decir por primera vez....mi casa, donde pude invitar a mis padres a mi hogar, aprendí a soportar la hambruna cuando no había que comer y a nunca mirar hacia atrás en las decisiones que uno toma. No sé si sea un santiaguino más por evadir la BIP en el Transantiago y por ir a toda prisa en el metro en las mañanas, nunca me sentí mal en esta ciudad...al contrario, siempre hubo alguien que me de la mano o un abrazo cuando tuve algún problema. Gracias por todo Santiago, ahora tu desafío es enamorarme y convencerme que debo establecerme aquí a hacer mi vida y ya celebraremos el año de nuestra intensa relación. No dejes nunca de sorprenderme y significar la mejor aventura que emprendí aquel 2014.
Gracias por tanto smog y tu verano insoportable, tus lluvias eternas en el invierno y tus temblores que disfruto en un piso 24; asumo que es parte de ti ciudad rara. Sólo déjame escaparme más seguido a aquella ciudad del morro a disfrutar de la playa y a aquella otra ciudad nortina, verde y alegre como ella sola, donde me crié y aprendí a correr y reir. Déjame visitarlas más seguido y, sin duda, me tendrás acá 24/7. ¿Trato hecho?