Luego de un buen tiempo vuelvo a probar una Frac bisabor (el típico de frutilla y chocolate), sin embargo, sigo aún con ganas de mi empanada de pino. Viajando por la Avda Velázquez cruzo el río Mapocho y veo lo grande que es Santiago...pienso, algo característico de Chile son sus interminables avenidas.
Acabo de pasar por la casa central de los sellos Trodat enclavada en un cerro, y también por la de Cerveza Cristal, la verde no la que tiene una esfinge. Vaya que hay harta industria en Santiago, buen indicador para el desarrollo de una ciudad.
Voy en un bus que va hasta Arica y pienso en mi ciudad, en su sino; ¿acaso no se vive mejor bajo la estrella? Cada vez entiendo más a mis coterráneos y me identifico más como tal, mas la siento cada vez más lejana. Junto a mí escribe una chica, pienso en su contenido. ¿sobre qué escribirá? ¿en qué pensará? ¿acaso no era yo el único que cargaba su block?
De pronto descubro que es ariqueña,mi mente cavila. Sólo un pueblo tan marcado como el nuestro puede despertar la pluma en sus hijos. De repente ya no me siento tan solo ni incomprendido, a pesar de sólo haber intercambiado un par de sonrisas. Pienso en la paradoja, una vida con destino al sur y la otra ruta norte.
No sé como, pero me siento feliz.
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